lunes, 29 de abril de 2013

Domingo V de Pascua C




Evangelio: Jn 13,31-33a. 34-35

En el evangelio de hoy nos encontramos la escena central de lo que Jesús quiere señalar como la raíz de su vida y su misión. Está antepuesta al lavatorio de los pies.




Hemos de entender que Jesús no es un gurú que habla en forma de acertijos, ni es un constructor de teorías inaccesibles, Jesús se comunica más con hechos, con gestos, que con palabras, Jesús es la Palabra de Dios que se cumple, dice y hace.[1]



El gesto del lavatorio enmarca lo que ha sido la vida de Cristo, una vida al servicio incansable de los demás, de los hombres y mujeres que el Padre le había dado[2]. Resalta la manera en que Jesús se dirige a sus discípulos; “Amigos”[3], esta es una de las primeras claves que nos permiten adentrarnos en la profundidad del evangelio de hoy. 



No deja de ser triste que en nuestras relaciones personales eso de “amigos” en horizonte de igualdad y de fraternidad se encuentre cada día en la más absoluta decadencia. Los nombres con los se llaman los verdaderos amigos y hermanos los hemos cambiado por otros títulos; Doctores, Licenciados, Señores, y lo más triste es que ni siquiera la Iglesia ha escapado de esa tentación[4]



Lo que quiero dar a entender es que nuestro modo relacional como Iglesia de Cristo también ha sido absorbido por esta situación donde los títulos y las dignidades entierran la posibilidad de relaciones horizontales y fraternales entre nosotros.[5]



Para entender mejor el evangelio de hoy deberíamos hacer como dice San Ignacio de Loyola, una composición de Lugar,[6] que hoy limitamos sólo a una contextualización del momento. Imaginando la escena, Jesús y sus discípulos viven un momento cargado de muchas emociones, sentimientos, vivencias, es un momento íntimo y especial, los gestos y las palabras de Jesús así nos lo muestran. El mismo evangelista lo titula como el mandamiento de Jesús. “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen como yo los he amado."
Es en este momento cuando tenemos que preguntarnos sobre la manera de amar de Jesús y contrastarla con nuestra forma de amar. 


Tenemos que reconocer con humildad y sin falsas excusas que no nos sale ese modo, esa forma de amar. Nuestro amor natural, es comúnmente egoísta, limitada, pobre, insignificante. Nuestro amor se parece más a ley del talión. No lo decimos abiertamente, pero lo practicamos.


Yo te quiero porque tú me quieres, tú me quieres porque yo te quiero. Si me tratan bien yo trato bien, si vienen por las buenas voy por las buenas, pero si es con las malas… yo amo al que me ama y desprecio al que hace lo mismo conmigo.



Nuestro amor es un amor más bien primitivo, muy primitivo, es la imagen de aquel que saca a pasear a su perro, y a veces uno no sabe quién saca a pasear a quien. Yo acaricio al perrito y el perrito mueve la cola, yo cuido al perro y cuida la casa y me cuida a mí. Esta una relación encerrada en una dinámica egoísta, pobre y limitada, teniendo en cuenta que hay personas que realmente quieren a sus animales. Lo triste de esto es que así también terminan siendo también nuestras relaciones, terminamos convirtiéndonos en mercaderes de relaciones, vendo, compro, compro, vendo, e incluyamos aquí nuestras relaciones familiares, de amistad o trabajo. ¿Y en el caso de nosotros los cristianos? También se da lo mismo. Ese amor, del que habla Jesús, no aparece estar por ningún lado.


Este amor se define por tres elementos que lo constituyen como el amor de Jesús y del Padre Dios: Es un amor que busca el bien. Es un amor que ama hasta el extremo. Es un amor que no depende de la respuesta. Es lo que veríamos si lográramos leer, aunque fuese una vez, todo el evangelio. Es el actuar de Jesús.



Lo que está detrás de estas palabras de Jesús, es que rompe con el monopolio de la relación religión-templo como la única forma de ir hacia Dios. Cristo nos dice ahora que lo que salva es el amor (acción de amar) al que sufre. Lo tenemos de nuevo: Es el actuar de Jesús, el modo de amar. Es él mismo quien abre una nueva forma, un camino nuevo con este nuevo mandamiento; el camino que conduce al más pobre, más sufriente y más necesitado, es el profano[7], es el camino del mundo, es ese camino al que Jesús nos señala, al que somos enviados como apóstoles. 


Pero la tentación en la que muchas veces caemos es en la misma trampa que critica Jesús a los maestros de la ley y fariseos,[8] lo importante es el templo, la religión, los sacramentos, lo santo, lo que está separado del mundo. Debemos recordar que estas cosas son mediaciones para y no son fines en sí mismos.


Por eso no podemos conformarnos con que la Iglesia se nos convierta en un club, al que asistimos algunas veces. Para cumplir, para confesar nuestros pecados o para hacer catarsis, desestresarnos de locura que vivimos como sociedad. También es la misma trampa cuando los pastores nos dedicamos a hablar hermosamente con palabras vacías y no nos tomamos en serio lo que los signos de los tiempos y Espíritu nos comunican.



Qué difícil es amar, más aún amar a quienes nos odian o a quienes nos maltratan, nos hacen daño, nos denigran o  nos van matando poco a poco. Difícil, sí, porque lo que nos sale es el amor natural. Además porque es un amor que no es nuestro, es un amor que recibimos del Espíritu de Dios, porque el Espíritu es eso mismo, es el amor representado del Padre y del Hijo, que unen al padre y al Hijo, que nos unen a ellos y nos une a los demás. 
Volvemos a lo mismo: Es el actuar de Jesús. Jesús ama hasta el extremo a judas, Es un amor que busca el bien. Es un amor que no depende de la respuesta.



La aplicación a nuestras vidas de este evangelio que compartimos hoy partiendo de las mismas palabras de Jesús; ámense mutuamente, esta será la señal de que son mis discípulos. Aquí está claramente expresado; calculemos; sume, reste, multiplique y divida.



¿Qué es el cristiano en resumidas cuentas? Es aquel que es capaz de dejarse poseer, empapar, dominar, penetrar y dejarse transformar por esa clase de amor que Jesús le tuvo a Judas.
Ahora bien, yo no puedo, ninguno de nosotros podemos amar así, si no vivimos en este horizonte del don que es recibido como regalo de Dios.



Ojalá que estas palabras del evangelio de hoy quedaran grabadas en nuestros corazones con fuego, con ese fuego del Espíritu de Dios, sin duda transformaría la imagen que tenemos de Dios y nuestro caminar peregrino en esta historia que nos ha tocado vivir.


[1] Ref. Libro del Génesis, en el momento de la creación: ver: (Génesis 1 y ss.) Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz; Dijo Dios: «Haya un firmamento….Y así fue, etc.
[2] Ref.: Jn. 12.b  
[3] φιλος [philos] aparece 29 veces en el NT
[4] Ref.: Lc 22, 25-26 “Él les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el  poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores;  pero no así vosotros, sino que el mayor entre  vosotros sea como el más joven y el que  gobierna como el que sirve.”
[5] En contraposición a: C.V.II «Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" » (LG 4; cf. San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23). Ver también: En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros y de funciones. Todos los miembros están unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a los pobres y perseguidos.
[6] "Composición viendo el lugar" (EE. 103)
[7] Ver: Imagen de Dios: Antropología teológica fundamental. Juan Luis Ruíz de la Peña.  Editorial SAL TERRAE.
[8] Ref.: Mat 23. 4.  23.  Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de  la gente, pero ellos ni con el dedo quieren  moverlas…  «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas,  que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y  del comino, y descuidáis lo más importante de la  Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo
que había que practicar, aunque sin descuidar  aquello. 

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