Evangelio: Jn 13,31-33a. 34-35
En el evangelio de hoy nos
encontramos la escena central de lo que Jesús quiere señalar como la raíz de su
vida y su misión. Está antepuesta al lavatorio de los pies.
Hemos de entender que Jesús no es
un gurú que habla en forma de acertijos, ni es un constructor de teorías
inaccesibles, Jesús se comunica más con hechos, con gestos, que con palabras,
Jesús es la Palabra de Dios que se cumple, dice y hace.[1]
El gesto del lavatorio enmarca lo
que ha sido la vida de Cristo, una vida al servicio incansable de los demás, de
los hombres y mujeres que el Padre le había dado[2].
Resalta la manera en que Jesús se dirige a sus discípulos; “Amigos”[3],
esta es una de las primeras claves que nos permiten adentrarnos en la
profundidad del evangelio de hoy.
No deja de ser triste que en
nuestras relaciones personales eso de “amigos” en horizonte de igualdad y de
fraternidad se encuentre cada día en la más absoluta decadencia. Los nombres
con los se llaman los verdaderos amigos y hermanos los hemos cambiado por otros
títulos; Doctores, Licenciados, Señores, y lo más triste es que ni siquiera la
Iglesia ha escapado de esa tentación[4].
Lo que quiero dar a entender es que nuestro modo relacional como Iglesia de
Cristo también ha sido absorbido por esta situación donde los títulos y las
dignidades entierran la posibilidad de relaciones horizontales y fraternales
entre nosotros.[5]
Para entender mejor el evangelio de
hoy deberíamos hacer como dice San Ignacio de Loyola, una composición de Lugar,[6] que
hoy limitamos sólo a una contextualización del momento. Imaginando la escena,
Jesús y sus discípulos viven un momento cargado de muchas emociones,
sentimientos, vivencias, es un momento íntimo y especial, los gestos y las
palabras de Jesús así nos lo muestran. El mismo evangelista lo titula como el
mandamiento de Jesús. “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen como yo los he
amado."
Es en este momento cuando tenemos
que preguntarnos sobre la manera de amar de Jesús y contrastarla con nuestra
forma de amar.
Tenemos que reconocer con humildad y sin falsas excusas que no
nos sale ese modo, esa forma de amar. Nuestro amor natural, es comúnmente
egoísta, limitada, pobre, insignificante. Nuestro amor se parece más a ley del
talión. No lo decimos abiertamente, pero lo practicamos.
Yo te quiero porque tú me quieres, tú me quieres porque yo te quiero. Si
me tratan bien yo trato bien, si vienen por las buenas voy por las buenas, pero
si es con las malas… yo amo al que me ama y desprecio al que hace lo mismo
conmigo.
Nuestro amor es un amor más bien
primitivo, muy primitivo, es la imagen de aquel que saca a pasear a su perro, y
a veces uno no sabe quién saca a pasear a
quien. Yo acaricio al perrito y el perrito mueve la cola, yo cuido al perro
y cuida la casa y me cuida a mí. Esta una relación encerrada en una dinámica
egoísta, pobre y limitada, teniendo en cuenta que hay personas que realmente
quieren a sus animales. Lo triste de esto es que así también terminan siendo
también nuestras relaciones, terminamos convirtiéndonos en mercaderes de relaciones,
vendo, compro, compro, vendo, e incluyamos aquí nuestras relaciones familiares,
de amistad o trabajo. ¿Y en el caso de nosotros los cristianos? También se da
lo mismo. Ese amor, del que habla Jesús, no aparece estar por ningún lado.
Este amor se define por tres
elementos que lo constituyen como el amor de Jesús y del Padre Dios: Es un amor
que busca el bien. Es un amor que ama hasta el extremo. Es un amor que no
depende de la respuesta. Es lo que veríamos si lográramos leer, aunque fuese
una vez, todo el evangelio. Es el actuar de Jesús.
Lo que está detrás de estas
palabras de Jesús, es que rompe con el monopolio de la relación religión-templo
como la única forma de ir hacia Dios. Cristo nos dice ahora que lo que salva es
el amor (acción de amar) al que sufre. Lo tenemos de nuevo: Es el actuar de
Jesús, el modo de amar. Es él mismo quien abre una nueva forma, un camino nuevo
con este nuevo mandamiento; el camino que conduce al más pobre, más sufriente y
más necesitado, es el profano[7],
es el camino del mundo, es ese camino al que Jesús nos señala, al que somos
enviados como apóstoles.
Pero la tentación en la que muchas veces caemos es en
la misma trampa que critica Jesús a los maestros de la ley y fariseos,[8] lo
importante es el templo, la religión, los sacramentos, lo santo, lo que está
separado del mundo. Debemos recordar que estas cosas son mediaciones para y no
son fines en sí mismos.
Por eso no podemos conformarnos con
que la Iglesia se nos convierta en un club, al que asistimos algunas veces.
Para cumplir, para confesar nuestros pecados o para hacer catarsis, desestresarnos
de locura que vivimos como sociedad. También es la misma trampa cuando los
pastores nos dedicamos a hablar hermosamente con palabras vacías y no nos
tomamos en serio lo que los signos de los tiempos y Espíritu nos comunican.
Qué difícil es amar, más aún amar a
quienes nos odian o a quienes nos maltratan, nos hacen daño, nos denigran
o nos van matando poco a poco. Difícil,
sí, porque lo que nos sale es el amor natural. Además porque es un amor que no
es nuestro, es un amor que recibimos del Espíritu de Dios, porque el Espíritu
es eso mismo, es el amor representado del Padre y del Hijo, que unen al padre y
al Hijo, que nos unen a ellos y nos une a los demás.
Volvemos a lo mismo: Es el actuar
de Jesús. Jesús ama hasta el extremo a judas, Es un amor que busca el bien. Es
un amor que no depende de la respuesta.
La aplicación a nuestras vidas de
este evangelio que compartimos hoy partiendo de las mismas palabras de Jesús; ámense mutuamente, esta será la señal de que
son mis discípulos. Aquí está claramente expresado; calculemos; sume,
reste, multiplique y divida.
¿Qué es el cristiano en resumidas
cuentas? Es aquel que es capaz de dejarse poseer, empapar, dominar, penetrar y
dejarse transformar por esa clase de amor que Jesús le tuvo a Judas.
Ahora bien, yo no puedo, ninguno de
nosotros podemos amar así, si no vivimos en este horizonte del don que es
recibido como regalo de Dios.
Ojalá que estas palabras del
evangelio de hoy quedaran grabadas en nuestros corazones con fuego, con ese
fuego del Espíritu de Dios, sin duda transformaría la imagen que tenemos de
Dios y nuestro caminar peregrino en esta historia que nos ha tocado vivir.
[1]
Ref. Libro del Génesis,
en el momento de la creación: ver: (Génesis 1 y ss.) Dijo Dios: «Haya luz», y
hubo luz; Dijo Dios: «Haya un firmamento….Y así fue, etc.
[2]
Ref.: Jn. 12.b
[3]
φιλος [philos] aparece
29 veces en el NT
[4]
Ref.: Lc 22, 25-26 “Él
les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los
que ejercen el poder sobre ellas se
hacen llamar Bienhechores; pero no así
vosotros, sino que el mayor entre vosotros
sea como el más joven y el que gobierna
como el que sirve.”
[5]
En contraposición a: C.V.II
«Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" » (LG 4;
cf. San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23). Ver también:
En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros y de funciones. Todos
los miembros están unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a los
pobres y perseguidos.
[6] "Composición viendo el
lugar" (EE. 103)
[7] Ver: Imagen de Dios:
Antropología teológica fundamental. Juan Luis Ruíz de la Peña. Editorial SAL TERRAE.
[8]
Ref.: Mat 23. 4. 23. Atan
cargas pesadas y las echan a las espaldas de
la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas… «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que pagáis el diezmo de la
menta, del aneto y del comino, y descuidáis
lo más importante de la Ley: la
justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo
que había que practicar, aunque sin
descuidar aquello.

No hay comentarios:
Publicar un comentario